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Equinoccio de Otoño

Hablar de esta época siempre me gusta. Los cambios de estación me conmueven pero también me invitan a efectuar cambios en mi rutina y a aplicar rituales. Los equinoccios sin duda son un instante mágico en el que el día y la noche se encuentran en perfecta armonía. La luz y la oscuridad se equilibran y con su silencio, la naturaleza nos recuerda que también nosotros podemos encontrar nuestro propio punto de equilibrio. Este momento no es solo un cambio de estación sino una invitación para voltear nuestra mirada hacia adentro, a soltar lo que ya no nos sirve y a nutrir nuestro cuerpo y nuestro espíritu para los meses que vienen.

Mi ejemplo y la relación que siempre hago es con la naturaleza y hablo mucho de esto porque es ahí es donde me inspiro y encuentro las respuestas.


El otoño nos enseña que la vida está hecha de ciclos: un tiempo de expansión seguido por un tiempo de recogimiento. Los árboles sueltan sus hojas para no gastar energía en lo que ya cumplió su propósito. Las noches se alargan y el aire se enfría y al igual que las plantas, así es como poco a poco también nosotros comenzamos a guardar y a administrar nuestra energía.


Por otro lado, más allá del cambio físico en la naturaleza, el equinoccio de otoño nos recuerda la importancia de la conexión con nuestra esencia. Es un momento para reflexionar sobre lo que queremos dejar atrás y lo que deseamos cultivar en nuestro interior. Cada hoja que cae es un recordatorio de que todo en la vida es transitorio, y que aprender a soltar es un acto de amor hacia nosotros mismos. Al igual que las hojas que empiezan a caer de los árboles siento que esta estación se presta para soltar emociones, hábitos y pensamientos que en definitiva ya cumplieron su ciclo, liberando así espacio para lo nuevo y fortaleciendo nuestra salud en todos los niveles.


Desde una perspectiva espiritual, soltar no significa perder, sino más bien liberar aquello que ya no nos nutre. Cada emoción que dejamos ir, cada pensamiento que soltamos, fortalece nuestro sistema energético y nos permite enfrentar la estación con mayor claridad y calma. Cuando equilibramos nuestro mundo interno, el cuerpo refleja esa armonía: las defensas se fortalecen, la mente se serena y la energía vital fluye con suavidad.

Practicar rituales sencillos de introspección, como la meditación, escribir en un diario o simplemente respirar profundamente al aire libre, nos ayuda a alinear nuestro ritmo con el de la naturaleza y a abrir espacio para la renovación.


Si ya te has paseado por aquí sabrás que uno de los pilares que sostienen mis programas, consultas, talleres, etc, está basado en la Medicina Tradicional China (MTC). Como escribí en otra entrada del blog, cada estación está asociada con ciertos órganos, emociones y elementos. El otoño corresponde a los pulmones y el intestino grueso, órganos que gobiernan tanto nuestra respiración como nuestra capacidad de soltar y eliminar lo que ya no necesitamos.


  • Pulmones: representan la capacidad de recibir la vida, el aire, la inspiración. Cuando los pulmones están fuertes y equilibrados, sentimos vitalidad, claridad mental y resistencia a enfermedades respiratorias. Cuando se debilitan, puede aparecer cansancio, tristeza o una sensación de vacío.

  • Intestino grueso: ayuda a desechar lo que no sirve, tanto en el plano físico como en el emocional. Un intestino equilibrado nos permite soltar viejas cargas y mantener un sistema inmune saludable.


El otoño, con su aire fresco y seco, puede afectar directamente a estos órganos. Por eso, la MTC recomienda cuidar la respiración, la hidratación y la alimentación, y prestar atención a nuestras emociones, especialmente la tristeza o la melancolía, que suelen aflorar durante esta estación.


Respiración y conexión con la energía vital


Alineado y en relación a lo anterior, para cuidar y estimular nuestros pulmones, uno de los regalos más simples y poderosos que podemos darnos en otoño es respirar conscientemente. Dedicar unos minutos cada día a inhalar y exhalar profundamente nos conecta con nuestros pulmones, fortalece nuestra energía vital y calma la mente.

Salir a caminar al aire libre, sentir el viento en la cara y respirar el aroma de la tierra húmeda (este olor se llama "petricor") activa nuestra conexión con la naturaleza y nos ayuda a equilibrar cuerpo, mente y espíritu. Este acto tan sencillo se convierte entonces en un ritual increíble de renovación, que nos recuerda que cada inhalación nos nutre y cada exhalación nos libera.


Este otoño, permite que el equilibrio del equinoccio te inspire a cuidar tu cuerpo y tu espíritu. Integra hábitos simples y rituales conscientes.


Cada pequeño gesto con nosotros mismos se convierte en una semilla que florece en salud, energía y bienestar emocional. Al alinearnos con los ritmos de la naturaleza, fortalecemos nuestras defensas, equilibramos nuestras emociones y caminamos hacia un invierno lleno de vitalidad, paz y conexión con nuestra esencia.


Te comparto algunas acciones que puedes llevar a cabo en esta temporada de forma consciente:


  • Respirar profundamente al aire libre.

  • Nutrir tu microbiota intestinal con fermentos y caldos.

  • Tomar infusiones cálidas.

  • Descansar adecuadamente.

  • Practicar gratitud y liberación diaria.


Y para ya no alargarme tanto, realmente deseo que este equinoccio de otoño sea un recordatorio de que la verdadera salud nace del equilibrio entre cuerpo, mente y espíritu, y que cada acción consciente que realizamos a diario es un paso que damos hacia la armonía y la plenitud.


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Abrazo,

Ada

 
 
 

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